Acabamos de visitar la exposición que la Biblioteca Nacional de España dedica a la cocina bajo el título "La cocina en su tinta", con el patrocinio de “Telefónica”. En general la exposición nos ha gustado. Pero..., rápidamente hemos percibido que algo faltaba. No hemos encontrado presencia alguna de don Teodoro Bardají Mas. Amigos, seguidores de este blog: resulta que la unión que hace más de cien años dos cocineros sellaron en este sagrado lugar de la BNE, acaba de disolverla, no sabemos si la BNE, las comisiones asesoras, o vaya a saber usted qué confluencias/interferencias de criterios e intereses.
En el post del 10 de noviembre de 2009, decíamos de Teodoro Bardají, [según él mismo cuenta, en la Biblioteca Nacional de Madrid es donde aprendió quién fue Montiño, por ejemplo. Y en tan particular marco, a puro de coincidir durante muchas tardes, por fin saludó a otro lector con quien coincidía a diario y, según observaba, solicitaba obras parecidas. Era Ignacio Domènech. “...pegamos la hebra y prolongamos durante dos horas el paseo de aquel día por las anchas avenidas de Recoletos y la Castellana (...) él era mi nuevo amigo, venía del extranjero y ungido con el espaldarazo de los grandes maestros mundiales” (Lacam y Escoffier, sobre todo). Teodoro Bardají escribió para, y con Domènech páginas cargadas de razones y de fundamento para la Cocina Española.]
Al “Foro Bardají” le satisface la presencia de Ignacio Domènech, íntimo amigo de Teodoro Bardají. Su obra también es objeto de nuestro estudio y por ello nos permitimos decir que no entendemos la selección de las obras que se presentan. Ya lo comentaremos más adelante. Por cierto, Ignacio Domènech, en su primera obra publicada, que no se expone, La Gastronomía: libro de suma utilidad en el arte culinario, (1899), da al final del libro unos pensamientos.
Para establecer una metáfora sobre la ruptura que supone la exclusión de su amigo Tedoro Bardají, elegimos uno: "Yo me he comido el corazón de mi amante, ensangrentado", atribuido a la Dame de Fayel. Interprétese lo que decimos en el contexto de las escuelas trovadorescas (Menéndez y Pelayo), donde fácilmente aparecen los, o las, mártires víctimas de amores no correspondidos o adúlteros. Efectivamente, Raoul de Coucy, amante de la citada dama, ordenó a su escudero que le entregara su corazón. Sorprendido el escudero por el marido en tal menester, obligó a la señora a hacer lo que con su frase inmortalizó. No sabemos por qué incluye esa cita Domènech, quien recién llegado de París y Londres traería un buen bagaje cultural. Esa leyenda ha dado lugar a numerosas publicaciones y estudios. A señalar una que se puede consultar en la BnF: “L'Histoire de Coucy et de la dame de Fayel”, editada e impresa por el acreditado Georges-Adrien Crapelet (1789-1842), impresor de París a quien se le atribuye la frase “Un livre sans faute est une chimère” (Études pratiques et littéraires sur la typographie”, 1837). Posiblemente esta exposición y su catálogo tengan algo de quimera. Pero seguiremos pensando y hablando sobre ella.
Nota: En la fotografía, que no se debe copiar y menos sin citar, que ilustra este post aparece Teodoro Bardají, el primero por la izda., en compañía, posiblemente, de dos amigos que, ahora, no nos atrevemos a identificar: si alguien nos ayuda a descifrarlo lo agradeceremos. El autor de la fotografía es Gustavo Freudenthal (1869-1948), redactor de El Heraldo de Aragón, que tuvo estudio propio en Zaragoza, donde había nacido. Como colofón disfrute de este canto a la amistad, obligada también entre investigadores: "Li noviaus tens"-Le Châtelain de Coucy, de autor francés, en lengua "oïl".
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