Frédéric Duhart, investigador dedicado a temas sobre la alimentación y la gastronomía, o sobre la cultura del cuerpo, en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, París, participó en el Homenaje a Teodoro Bardají. Podría haber tratado, por ejemplo, algo relativo a la comida y la cocina como elementos identitarios, pero aceptó adentrarse en el estudio, con su visión de antropólogo, de las obras escritas de Teodoro Bardají. Una intervención del todo original que le llevó a concluir que en la obra de Teodoro Bardají Mas, las palabras de un técnico riguroso se entremezclan con las de un erudito apasionado por la historia de su arte. Bajo la pluma de este chef, las fronteras entre literatura culinaria y gastronómica desparecen: su discurso constituye un híbrido perfecto entre estos dos géneros con sus recetas precisas y sus comentarios etimológicos, etnográficos o golosos. Bardají consideraba y manejaba la cultura alimenticia como un todo. Si insistió mucho más que lo hicieron la mayoría de los especialistas de la glosa gastronómica en la explicación y la contextualización de los nombres de recetas, fue porque este tipo de saber formaba parte a su juicio de lo que era menester que un practicante supiera para dominar totalmente su arte.
La cocina que Bardají enseñaba a sus lectores era una composición sincrética. En su discurso, recetas muy antiguas se codeaban con creaciones recientes, clásicos franceses con recetas vascas o aragonesas. Eso no significa que promovía una cocina desprovista de personalidad, sino lo contrario. Seleccionando y asimilando varios elementos, había constituido un conjunto de fórmulas homogéneo, original y español. Aunque la cocina internacional-francesa contribuía generosamente a su repertorio culinario, en efecto, Bardají proponía una cocina que tenía en cuenta los particularismos españoles e integraba platos venidos de varias provincias. Que Bardají fue un aragonés quien trabajó en Madrid y se casó con una vasca puede explicar buena parte de las integraciones de recetas provinciales. Sin embargo, cierta idea de la españolidad tuvo también un papel en la producción de esta cocina arraigada en la piel de toro. Además, Bardají propuso en sus libros una cocina española… porque se destinaban sobre todo a un público español. Quería en efecto que su obra fuese útil, que tuviera una eficacidad pedagógica adaptándose a las necesidades de sus colegas cocineros (Índice culinario) o de las amas de casa (Cocina de Ellas, Cocina para fiestas). Experto, erudito y profesor, el buen chef que Bardají quiso encarnar era un maestro de cocina.