viernes, 12 de abril de 2013

LA MAHONESA, UNA SALSA ARISTOCRÁTICA

Muchas veces hablar de aristocracias connota pertenecer a una determinada clase social, con privilegios. Nada de eso ocurren con la salsa Mahonesa. Teodoro Bardají la calificó como aristocrática, es nuestra opinión, en el sentido de que sobresale entre las demás salsas por sus características. Precisamente también por popular. Por el aprecio que tiene en todas las clases sociales. Siempre que, al menos tengan un huevo, un poco de aceite, sal, vinagre, etc. No se puede decir que solo está al alcance de unos pocos. Desde que dejó de ser algo casero, de la cocina famililar, y se industrializó ha pasado a ser una de las que más se consume en el mundo entero. Por citar un país que nos sorprende cada día, el Japón. Fenómeno que se ha escapado de cuanto tiene que ver con la cocina en la que se han formado muchos de nuestros lectores, pero que no está muy distante de esa historia cultural vivida por las nuevas generaciones del fast food, y hasta por los nuevos consumidores que rellenan su nevera familiar con botes o tubos preparados, cogidos en un plis plas de los lineales de las grandes superficies. Estos días considerábamos un video doméstico, que, como es breve, nos atrevemos a pedirle que lo vea ahora. Adivinará de qué país es, rápidamente. Gracias.


 Esta es la "mayonesa" que más se vende en el Japón, en torno a la cual se dan acciones de marketing verdaderamente dignas de estudio. Esta invitación tal vez le haga pensar. El futuro ha llegado ya.

No obstante, trascribimos la receta de Teodoro Bardají tal como, tras haber trabajado tanto en la defensa de la españolidad de la Mahonesa, la redactó  patra su libro "La Cocina de Ellas" (1955).
  • Salsa mahonesa. Mahonesa, y no mayonesa, es el nombre de esta especie de pomada, hija legítima del all-y-oli, tan popular en Valencia, Baleares, Cataluña, Aragón y casi toda España.
  • El mariscal francés duque de Richelieu probó este pébre lemosin durante el sitio de Mahón; lo halló de su gusto y llevó a Francia la receta. Entonces nació, para la cocina mundial, la salsa mahonesa, que es, ni más ni menos, el antiquísimo ajolio, desprovisto de su desagradable sabor a ajos y refinado, para ponerlo a tono con los paladares delicados.
  • Esta salsa está considerada como la reina de las salsa frías, aunque escritora tan ponderada como doña Emilia Pardo Bazán haya afirmado que es tan cursi como el arroz con leche.
  • La salsa mahonesa es fundamento de un sinnúmero de salsas frías; se emplea para ensaladillas de verduras, de carnes y de pescados; es sabrosa, agradable y apetitosa, hasta el punto que puede asegurarse que place a todo el mundo.
  • Su preparación es facilísima; basta proveerse, como herramientas, de un tazón de fondo ahuevado, como el de los bols empleados para el desayuno, y un batidorcito de alambre.
  • En el tazón pondremos dos yemas de huevo crudas, cuatro o cinco gramos de sal y una pizca de pimienta blanca, si agrada.
  • Se trabajan en el fondo del tazón las yemas y la sal con el batidorcito, hasta que se forme una masilla espesa y correosa, y poco a poco se añade vinagre o zumo de limón, y con él la mezcla de yemas y sal se aclara; durante toda la operación se ha de seguir trabajando la mezcla vigorosamente. Cuando ha quedado casi líquida y sin grumos, se empieza a mezclar aceite en chorrito continuo, lo que hará que la salsa aumente y espese.
  • Si durante la mezcla de aceite la salsa espesara más de lo deseado, se aclara incorporando a ella unas gotas de vinagre o limón.
  • Cuando está terminada, se le añaden dos cucharadas de agua hirviendo, se mezcla todo perfectamente, se comprueba el gusto de sal y queda terminada.
  • Esta adición final de agua hirviendo tiene por objeto asegurar la cohesión de los elementos que integran la salsa.
  • Las causas de que una salsa mahonesa se corte pueden ser varias; a saber:
  • La principal es el comenzar a incorporar aceite en las yemas sin haberlas preparado, trabajándolas de antemano con la sal y desleído con el vinagre o zumo de limón.
  • También pueden disgregarse los componentes de la salsa por una excesiva adición de aceite; por esto hay que tener presente que para absorber medio litro de aceite hacen falta de dos a tres yemas.
  • El mezclar el aceite muy frío es también causa de que se corte la salsa; en tiempo de mucho frío es conveniente emplearlo algo templado.
  • Y para final, la primera condición para hacer una salsa mahonesa perfecta y con facilidad, es emplear un batidor de alambre, según se indica en el adjunto grabado; con una cuchara o un tenedor es dificilísimo cuajar una salsa de esta clase.
  • Es hora ya de arrinconar la fábula de que hay que mover esta preparación siempre hacia el mismo lado, y olvidar la tontería, muy extendida, de que descompone la salsa y la corta el estado fisiológico de la persona encargada de hacerlo. Lo cierto es que puede moverse en todas las direcciones, y que únicamente se cortará por una de las causas citadas más arriba o por no emplear el batidor en vez de tenedor o cuchara.

viernes, 2 de noviembre de 2012

BUÑUELOS DE VIENTO

En este día de Difuntos o de los Muertos hay algunos dulces que se asocian con esta festividad histórica, celebrada desde hace milenios de maneras diferentes según las culturas o religiones que la mantienen. Hacer ofrendas a los dioses o a los muertos con pequeños regalos, comestibles, dulces. Este de los buñuelos, sobre una base documental que en la cocina salada sirve para otros preparados por su delicadeza, mereció una cuidada redacción de nuetro Teodoro Bardají. Se transcribe tal cual. Se disfruta leyéndola, y, por supuesto, realizando ese obsequio familiar.
"Los materiales necesarios para fabricar una buena fuente de buñuelos son los siguientes: 
Un cuarto de litro de agua y leche, 150 gramos de harina, 50 gramos de manteca de vaca o de cerdo, tres huevos, corteza de limón rallada, una pizca de sal y el aceite necesario para freírlos.
En una cacerola se pone la manteca, la sal, el agua y leche, acercándola al fuego.
Cuando la mezcla que tenemos en la cacerola empieza a hervir, se le incorpora la harina, mezclándola con una espátula o cucharón de madera, y sin retirarla del fuego, en el que se continúa removiendo la masa espesa que se habrá formado hasta que esté completamente mezclada y se despegue de la cuchara o espátula con que se mezcla.
Entonces se retira del fuego y se deja reposar cinco minutos. Pasados éstos se sigue trabajando la pasta dentro de la misma cacerola, pero fuera ya del fuego, y se le agrega un huevo; se continúa trabajando la pasta, sirviéndose para ello de la espátula o cuchara de madera, hasta que el huevo está completamente incorporado a ella; en este momento se añade otro huevo, y, cuando está bien mezclado, se incorpora el tercero y último.
Mezclados los tres huevos, se añade a la pasta la corteza del limón rallada, y queda terminada la primera operación; la pasta debe resultar parecida, por su color, a una crema, aunque un poco más espesa, pero no es conveniente que lo esté demasiado; en este caso se aclara un poco más añadiéndole un poco de huevo, teniendo en cuenta que uno entero sería demasiado; se bate en una taza y se mezcla poco a poco parte del huevo batido a la pasta, hasta conseguir que ésta se aclare lo necesario.
Para freír los buñuelos se pone sobre el fuego una sartén honda con aceite abundante.
En este aceite, calentado sin exceso, se van echando cucharaditas de la pasta que acabamos de preparar, sirviéndose de una cucharilla de las de café, que se llenará de pasta; cogida dicha cucharilla con la mano derecha y con el dedo índice de la mano izquierda se hace desprender la masa para que caiga sobre el aceite, poniendo seis u ocho buñuelos cada vez en la misma tanda.
Los buñuelos deben freír muy lentamente; a medida que se van friendo aumentan el volumen hasta más del doble de su primitivo tamaño.
Cuando estén bien hinchados y huecos, se acerca la sartén a fuego vivo, para que tomen color, y después de dorados se escurren, repitiendo la operación con otra tanda hasta que se termine la pasta.
Cuando ya están fritos todos los buñuelos, se juntan en una fuente y se espolvorean abundantemente con azúcar molido y se colocan, para servirlos, en una fuente con servilletas de fritos; se acompañan con una salsera de natillas o crema clara.
Notas.– En las pastelerías los venden casi siempre rellenos de crema, confituras, chantilly, etc.; si se prefieren así, se procede a rellenarlos después de fritos; para ello se cortan con tijeras los buñuelos por el centro, sin llegar a separar las dos mitades, se abre un poco la abertura producida por el corte y se rellenan con la crema o confitura que se desee y que de antemano se habrá preparado.
Cuando se tiene práctica no es preciso tocar la pasta con la mano, sino servirse de dos cucharitas para echar los buñuelos en el aceite, llenando una de pasta y haciendo con la otra rasero para hacerla caer en la sartén; en todo caso, es muy importante que cada buñuelo caiga en el aceite en forma de bola, y sobre todo, acercar la cucharilla muy próxima a la superficie del líquido, porque si se deja caer de más altura salpica el aceite y puede producir quemaduras, mientras que acercándose a él no hay tal peligro.
Finalmente, el calor del aceite es punto importantísimo; si está poco caliente, las partículas de pasta caen al fondo de la sartén y no flotan; debe, pues, procurarse que se mantengan en suspensión; pero si la grasa tiene demasiado calor, tampoco salen bien, porque se forma rápidamente una envoltura seca alrededor del buñuelo, y la masa interior, aprisionada por este cerco, no puede desarrollarse; por estos se ha de procurar graduar bien el calor del aceite, según indicamos."(La cocina de Ellas, págs.: 788-790)
Les dejamos con este reciente video, con matices interesantes, de la www.latahona.es